Época: Bliztkrieg
Inicio: Año 1940
Fin: Año 1942

Antecedente:
La batalla del Atlántico

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

Tras la rendición de Francia propuso Hitler la operación León Marino, que nunca pasó de un mero nombre y la acumulación de algunos miserables medios navales para atravesar el Canal de la Mancha. La inmensa superioridad de la Royal Navy sobre los restos de la flota de Hitler impidió cualquier plan serio de atravesar el Canal. La única posibilidad alemana radicaba en conseguir la superioridad aérea y dominar el mar con sus aviones.
Como ya se sabe, la RAF, nunca perdió el control de su espacio aéreo y las fuertes pérdidas de la Luftwaffe impidieron que Berlín pudiera seguir planeando la invasión de las islas. Y puesto que no podía tomarlas, pensó rendirlas por hombre y agotamiento. Comenzó así, en el segundo semestre de 1940, la guerra por las comunicaciones, la guerra por los suministros.

En el primer semestre del año, la guerra submarina alemana no inquietó gran cosa a los anglo-franceses. En seis meses hundieron los U-boote de Doenitz 343.610 toneladas brutas de buques, al precio de perder 7 submarinos. Un tonelaje inferior a la producción de buques de los países perjudicados. Mayor angustia produjeron las minas magnéticas recién estrenadas por Alemania, pero tras lograr más éxitos que los submarinos, los británicos lograron hallar su secreto y los buques fueron desmagnetizados.

Mayor fortuna tuvieron los buques alemanes en el segundo semestre de 1940, en que lograron sembrar la inquietud en el almirantazgo británico. Pese a que Doenitz no logró tener nunca más de 10-15 submarinos en el mar durante el segundo semestre de 1940, los éxitos de sus tiburones fueron elevados: 285 buques hundidos con un registro bruto de 1.470.386 toneladas.

Varios factores contribuyeron a este éxito destructivo: la nueva posición estratégica alemana; dominio de toda la costa atlántica del continente, exceptuando España -donde también hubieran sido acogidos- y Portugal; perfeccionamiento de sus torpedos, muy fallones en los primeros meses de la guerra; mejora de la táctica de ataque a los convoyes: reunión de varios submarinos en torno a un grupo de buques mercantes; persecución en inmersión durante el día y ataque nocturno en superficie...

Todos los tratadistas de la batalla del Atlántico se preguntan en este punto ¿qué hubiera ocurrido si Doenitz, en vez de contar con unos 50 submarinos operativos en ese segundo semestre, hubiera tenido los 250-300 que fueron previstos a mediados de 1939? y, también, ¿qué hubiera sucedido si la aviación, acaparada por Goering y manejada a su antojo, hubiese contribuido a la lucha en el mar tal como deseaba Raeder?

Los alemanes emplearon sus bombarderos Stuka en la guerra contra el tráfico en el Canal de la Mancha y prácticamente terminaron con él. Para acciones más lejanas usaron su cuatrimotor Focke Wulf FW-200 Kondor, bombardero de gran radio de acción que, avisado por submarinos de la presencia de convoyes, acudía para bombardearlos o que en sus largos vuelos de retorno, si veía buques británicos avisaba a los submarinos que lograron muchas presas por este sistema. Tal colaboración, sin embargo, nunca fue intensa: dos vuelos diarios de Kondor cuando el tiempo lo permitía, en vez de los doce que pedía la Marina.

También los buques de superfice participaron en esta tremenda guerra de desgaste. Los barcos de guerra que quedaron indemnes tras la batalla de Noruega y los que, averiados o dañados en ella, fueron reparados, comenzaron importantes batidas que, en general, fueron afortunadas entre 1940-41: hicieron muchas presas y bajas a Gran Bretaña y se escabulleron del acoso de la flota británica.

Pero aún son más dignos de mención los buques mercantes armados y enmascarados que se dedicaron a una terrible y eficaz guerra contra el tráfico del Reino Unido. Especial recuerdo dejaron el Atlántis (capitán Rooge), Orion (Weyher), Thor (Kähler)... nueve de estos buques piratas hundieron 134 mercantes británicos entre la primavera de 1940 y la de 1941, con un total de 736.000 toneladas al precio de dos buques perdidos.